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Molina, tres orejas de ley, reivindicación y Puerta Grande con Ginés, soberbio al natural

Penúltima de abono y de feria. Corrida de toros. Se lidió un encierro de Conde de Mayalde, muy bien presentados, con cuajo y seriedad, de excelente juego. Dos tercios largos de entrada.

La crónica de Salvador Ferrer

El granadino David Fandila “El Fandi” dejó una dosis de su notable estilo capotero. Muy fácil, sobrado, con los avivadores ante un boyante y muy armado toro de Conde de Mayalde que hizo primero, de pacífico son. Fandila aplicó templanza y delicadeza. Lo gozó por ambos pitones, con suavidad. Pinchó en hueso. En la ovación, tablas entre toro y torero.

Poco pudo hacer El Fandi con el deslucido y apagado cuarto.

El extremeño Ginés Marín tuvo enfrente un toro inicialmente endeble y desclasado. Tornillazos, medía, pero Marín lo hizo bueno… Ginés le robó naturales hermosos, por abajo, y por debajo de la pala del pitón. Faena grande sí, para buenos catadores, muy bien cimentada con muletazos grandiosos al natural. La condición del toro mejoró por la ciencia de Ginés. Y las bernadinas finales rubricaron la autoridad del extremeño. Oreja merecida.

El quinto era un hombre, toro de Valencia o Sevilla, con cara de Bilbao. Y con 506 kilos. Tuvo son el de Mayalde. Ginés lo metió en el canasto a base de tragar, consentir, templar y ligar. Volvió a brillar Marín con la izquierda pese a que el toro se aplomó pronto. Eso y la eficacia con el arma toricida le valió amarrar la Puerta Grande.

El albacetense José Fernando Molina brindó al público y se quedó de rodillas en la boca de riego. Soberbio inicio de pases cambiados por la espalda, un natural ayudado enorme, un molinete torerísimo. Molina toreó a cámara lenta, con las zapatillas enterradas. Las yemas, la cintura, el pecho. Una delicia. Y el tremendo arrimón final, entre los pitones, fue una declaración de intenciones ya declaradas. Soberbia la estocada, sin puntilla el toro. Un toque de atención serio de Molina en su tierra. Oreja con petición de la segunda. Todo lo ratificó y aumentó ante el sexto.

Hermoso y frondoso el recibo a la verónica de Molina, un galán con dos perchas. Idóneo el inicio por abajo, torero e inteligente para fijar y encauzar las embestidas. Muy templado y cabal el manchego. Y firme tela pero tela. Tragó lo suyo. Se pasó los pitones por donde los toreros llevan las pilas del traje de luces. Soberbio con la mano derecha, ligadas y gobernadas las embestidas. Los pases de pecho fueron formidables por largos y toreados. La tarde de ayer de Molina no es una Puerta Grande de un torero local, fue una reivindicación y un puñetazo encima de la mesa. Dos orejas de ley. Y en total tres de mucho peso.

Empresarios, por favor, abran paso, carteles y den oportunidades a toreros como José Fernando Molina. ¡Urgente!

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